miércoles, 16 de diciembre de 2020

Una historia de la guerra...Rafael y Aquilina.

 En una pedanía de Pozoblanco (Córdoba), verano de 1936, RafaelF., concejal socialista, casado con AquilinaN., con cinco hijos. 

Suenan tambores de guerra, persecución y fiebre por escapar. Precipitadamente dejan a las hijas mayores con un familiar y ambos con los más pequeños se embarcan de pronto en una epopeya más de las muchas que la guerra provocó. Siempre en dirección hacia el noroeste, atravesando sierras, dehesas y pastizales llegan a la frontera catalana con Francia. Pero allí ya no estaban solos. Una multitud de criaturas de todas las edades cargadas con lo mínimo enfilan las carreteras camino a la salvación. El exilio.

Ya en Francia, no fueron bien acogidos. Decían que les quitarían el trabajo. Fueron llevados a barracones en condiciones infrahumanas donde vivieron algún tiempo sin esperanza. Sus ilusiones tropezaron con la dura realidad de otro país en ruina económica.

De pronto, Hitler invade Francia y decide extraditar a todos los republicanos exiliados allí.

Les meten en un tren, de esos de las películas de nazis, abarrotado destino Hendaya. Allí les espera el genocidio. Sin embargo, los alemanes pensaron en los hombre como mano de obra gratis a sus planes y los sacan del tren. Así Rafael, a punta de pistola, se despide con la mirada de su familia sabiendo que no los volverá a ver. Su hijo de 16 años no soporta estar sin su padre y se tira del tren en su busca. Nunca más se supo de ellos. El tren partió y Aquilina con la mirada perdida y vacía no dijo nada.

Una vez en Hendaya, dejan los vagones en vía muerta, encerrados. A duras penas salen...Maltrechos, hambrientos, helados. Los dejan a su suerte recorriendo senderos hasta llegar a su tierra. Pero no se puede olvidar la gran generosidad de los campesinos, de la clase trabajadora que los acogía y les daba comida por los pueblos que pasaban. Después de penurias incontables llegan a su tierra, Pozoblanco. Pero las miradas suspicaces, la desconfianza, el terror les hace ir a Sevilla. Allí, en la ciudad, nadie les conoce y les será más fácil encontrar trabajo de sirvienta en alguna casa de señoritos.

Ya en Sevilla, al cabo de varios años y muchas gestiones, la Cruz Roja Internacional les comunica que padre e hijo murieron en un campo de trabajo alemán. El gobierno alemán les indemnizó con carácter retroactivo por lesa humanidad.

Aquilina con sus hijos no tenía futuro en esta dictadura. Pasar desapercibida y buscarse la vida discretamente era sobrevivir. La pobreza entre estas familias era abrumadora. Nadie se atrevía a ayudarles, eran familiares de rojos y estaban condenados en muchos casos a la marginalidad, al desdén.

Vivía con su hijos en unas chozas junto al río Guadalquivir, cerca de San Jerónimo. Comenzó a trabajar en los aseos del club "Labradores" y poco a poco salieron adelante con la dignidad y esperanza que nunca les faltó.

IN MEMORIAN por todos los Rafael y Aquilina que vivieron estos tiempos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Feliz 13 años...